Cuando el balón no entra

Es la pesadilla de todo delantero: no hacer goles. Fernando Torres, Cristiano Ronaldo, Forlán, Villa, el Kun Agüero, hasta Messi. Todos han sufrido este mal en alguna ocasión. Las malas rachas son imprevisibles y un jugador nunca está mentalmente preparado para ellas. Lo que antes entraba con facilidad, ahora se va muy lejos de la portería. Comienzan los nervios, la ansiedad por conseguir que el balón entre, de una manera u otra. Los aficionados, demasiadas veces jueces injustos, no tardan en mostrar su malestar. Cualquier jugada a balón parado sobre la portería contraria, cualquier pena máxima, cualquier esférico rondando el área rival se convierte en una obsesión para el ariete. Cada partido sin marcar va haciendo mella en la confianza y en la moral del delantero. Todo cambia cuando llega el ansiado tanto. Se acabó el infierno y la veda vuelve a abrirse.

En la vida nocturna ocurre algo parecido, con una diferencia básica: las malas rachas se ven venir. Tras encadenar varios triunfos, algunos de ellos incluso sin merecerlo, siempre llega la sequía. Los síntomas comienzan a hacerse patentes después del primer mes. Comienzan las dudas. Aún no podemos hablar de crisis, pero sí de un toque de atención. Tras el segundo y tercer mes, las cosas empeoran de forma drástica. Llega la desesperación y el pesimismo: ¿Y si me paso un año sin nada que llevarme a la boca?

Sin duda, la situación es delicada. No es sencillo salir del pozo, pero tampoco es imposible. Antes, cuando nos acercábamos a una presa, las palabras simplemente brotaban de nuestros labios. No sabíamos qué habíamos dicho, pero conseguíamos el objetivo. Ahora le damos muchas más vueltas al inicio de la conversación y nos sentimos estúpidos. Sólo decimos tonterías. Realmente siempre ha sido así, pero antes, cuando todos nuestros disparos terminaban en gol, no lo pensábamos.

Lo esencial en este dramático punto es apostar por la sencillez. No debemos complicarnos la vida, ni buscar florituras innecesarias. En tiempos de sequía máxima, el objetivo primordial debe ser volver a marcar gol. Olvidémonos de la Champions y los puestos europeos. Ahora nuestra realidad es bien distinta: el equipo lucha por evitar el descenso. Ya llegarán tiempos mejores.

Concentremos nuestros esfuerzos en alguien ’accesible’. Es importante saber esperar al momento adecuado para buscar la portería rival. En tiempos de crisis, cualquier ayuda es poca. Es probable que cuanto más apuremos nuestra entrada en escena, mayor sea el grado de embriaguez y confusión en la ‘elegida’. Tampoco podemos confiarnos: los delanteros rivales también saben que la presa es factible, con lo que no tardarán en atacar.

Si todo ha salido según lo previsto, no será necesario trabajar mucho para conseguir el gol que tanta falta nos hace. En el momento de la definición encontramos otra de las ventajas de seleccionar un objetivo sencillo. Ellas están acostumbradas a este tipo de partidos, con lo que no nos exigirán demasiado. Este tipo de encuentros deben servirnos para volver a coger la forma lo antes posible. Ya nos deleitaremos ante equipos de mayor envergadura.

Y es que, en el fútbol como en la vida, lo que cuenta es marcar. No importa cómo, no importa dónde.